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2017-06-30

El cuento del superchocolate.

Sobre la perturbadora mitificación de los alimentos con cacao.

La proliferación de investigaciones sobre los efectos beneficiosos del chocolate para la salud no es nada sorprendente, y todavía lo es menos que sus resultados se difundan de inmediato. El chocolate es un alimento muy apreciado y placentero, que tiene una historia fantástica y representa un negocio de 45.000 millones de euros anuales para la industria alimentaria, encabezada por la Big Chocolate. Por todo eso, es también un destacado objeto de estudio nutricional y de interés popular. A los consumidores y productores les encanta leer que la ciencia ha descubierto que reduce la hipertensión arterial, previene el cáncer, detiene el estrés y nos hace más inteligentes. Sí, todo esto y mucho más se ha dicho de este “alimento de los dioses”, como lo denominó Linneo. Pero hay algo extraño, equivocado y perturbador en poner el foco de estudio en un alimento aislado y en realizar más y más investigaciones que, por sus limitaciones metodológicas, permiten ofrecer titulares simplistas pero aportan conclusiones muy poco sólidas.

Un último estudio, publicado el 23 de mayo en la revista Heart, viene a concluir que la ingesta habitual de chocolate previene la fibrilación auricular. Esta arritmia cardiaca afecta a una de cada cuatro personas antes de los 80 años y es una causa relevante de ictus, por lo que siempre es bienvenida cualquier posibilidad de prevenirla. Sin embargo, la confianza que merecen las conclusiones del estudio es más bien baja. Los resultados indican que la ingesta moderada de chocolate (entre dos y seis veces por semana) reduce el 11-20% el riesgo de fibrilación auricular respecto al consumo ocasional (menos de una vez al mes). Pero, como han señalado algunos expertos, el grupo de personas que apenas toman chocolate es un tanto extraño. Estas personas tienen más hipertensión arterial, cifras de colesterol más altas, más sobrepeso y, lo más revelador, una prevalencia de diabetes muy superior. Probablemente, no toman chocolate porque padecen diabetes y deben seguir una dieta especial. Una interpretación más plausible es que no sea el chocolate lo que previene la fibrilación auricular, sino que es esta arritmia –u otros factores de riesgo asociados– lo que “previene” la ingesta de chocolate. En cualquier caso, un estudio observacional como este no permite clarificarlo.

No hay alimentos buenos y malos en términos absolutos, sino dietas mejores y peores

La mayoría de las investigaciones que pretenden mostrar otras supuestas bondades del chocolate tienen también importantes limitaciones, según una revisión crítica realizada por el National Health Service británico. Así, muchos de los estudios que sugieren que el consumo de chocolate reduce ligeramente la hipertensión arterial son de corta duración (entre dos y ocho semanas) y presentan otras debilidades. La investigación sobre la capacidad de reducir el estrés se basa en una muestra pequeña y es de muy corta duración, además de estar financiada por la industria chocolatera. La que sugiere que previene los ictus tampoco puede establecer una relación causa-efecto y deja abierta la posibilidad de que pueden ser otros muchos los factores implicados. Y, por lo que respecta a los estudios sobre el chocolate y el cáncer, basta decir que se han realizado con animales y que su extrapolación a humanos es de lo más incierta.

 

Con todo, lo más perturbador es la insistencia en sugerir que un solo alimento atesora por sí mismo todo un cúmulo de propiedades para prevenir enfermedades y promocionar la salud. Esto es tan absurdo como pretender convertirlo en una especie de superhéroe de la nutrición, cuando es más que sabido, aunque nunca suficientemente proclamado, que los alimentos deben considerarse siempre en el contexto de la dieta y del estado de salud de cada persona. En este sentido, no hay alimentos buenos y malos en términos absolutos, sino dietas mejores y peores. Y, desde luego, lo que no hay es superhéroes ni superalimentos.

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